viernes, 27 de enero de 2012

LEAN LA DESBANDÁ EN ESTE Y MIS DEMÁS BLOGS.

La publiqué LA DESBANDÁ hace algún tiempo. Esta información es para los numerosos políticos, periodistas y estudiantes de la Universidad de Málaga, que me escriben preguntándome ddónce comprar La Desbandá.



Quien prefiera tenerla impresa, puede pasala a un cd y llevarla a que se la impriman en un taller de fotocopias

Roca Editorial no sólo se niega a pagarme, sino que se jacta públicamente de que yo no conseguiría nada a través de los juzgados, lo cual es verdad, porque -aparte de que la justicia española no funciona- la ley de propiedad intelectual es tan defectuosa, que no instaura mecanismos que las editoriales respeten los contratos con sus escritores.

Es muy curioso, porque si yo incumplo, me caerían encima todos los demonios de la ley, pero si esta señora incumple como lo hace conmigo desde hace siete años, sólo le pondrían una multa si yo ganase un carísimo proceso que no puedo permitirme, porque vivo de modo muy precario, casi en la indigencia

jueves, 26 de enero de 2012

LAS LEYES DE ESPAÑA NO QUIEREN ESCRITORES

ESPAÑA, MAL SITIO PARA ESCRITORES
¿El suicidio es la única salida para los escritores vejados y maltratados por las leyes?
Con su silencio cómplice, el Ministerio de Industria consiente que las editoriales roben a los escritores.

España aportó a la cultura universal el Siglo de Oro, cuando también era la primera potencia mundial. Hace mucho tiempo que dejamos de ser una potencia y hemos sido durante muchos años muy modestos (aunque ya no tanto) en comparación con lo que fuimos, pero la decadencia político-económica no puede compararse con el decaimiento de nuestra influencia narrativa. Salvo algún que otro caso excepcional, ahora no significamos NADA DE NADA en el panorama mundial de la fabulación literaria y, contrariamente, casi todo lo que editamos aquí son traducciones de éxitos de otros países, Inglaterra y EE.UU. en especial, a despecho de que seamos uno de los lugares donde mayor número de ejemplares de libros se editan y de que esa actividad sume el 1,2% de nuestro P.I.B.
¿Es que hemos dejado de tener inventiva y capacidad fabuladora?
¿Es que no existe aquí potencialidad dramática?
¡Nada de eso! He vivido en siete países, donde siempre afirmé que el sustrato “novelable” de la idiosincrasia de algunos sitios españoles es formidable, en especial Málaga y toda la vertiente sur-penibética, donde en condiciones no tan adversas surgiría sin duda el último de los grandes “booms” literarios españoles, antes de que los libros sean sustituidos por otra cosa, como vemos que ocurrirá muy pronto.
Entonces, ¿en qué consiste el problema? Supongo que hay que ser, como yo, escritor de libros para enterarse. Ocurre que en España los escritores somos parias. No hay nadie que sea más paria en España que un escritor. Nadie cree en España que el de escritor sea un oficio respetable, sino sólo una especie de “hobby”. Casi siempre que me presentan a alguien como escritor, me pregunta “Y… ¿cómo te ganas la vida?”. Ahí reside la esencia del problema. Hasta los buenos lectores creen que escribimos para divertirnos y que no tenemos por qué ganar dinero con ello. Y las editoras que un amigo mío llama “pateras” consideran que no hay que pagar a los escritores sus derechos, pues entienden haberse apropiado del libro entregando el anticipo de los derechos que marcan los contratos.
Ustedes replicarán: “¿Pero es que a Pérez Reverte, Vargas Llosa, Gala o los herederos de Torrente Ballester no les pagan sus derechos?” Sin duda cobran, pero yo revisaría meticulosamente las liquidaciones de derechos de autor.
Los demás, no cobramos. Ustedes dirán “bueno, un escritor no importante, tampoco va a ganar mucho”. Yo no soy un escritor famoso, pero llevo editados en papel once libros, más seis que están saliendo estos días en un portal de internet. Diecisiete en total. De cuatro de esos libros editados en papel, mis últimas cuatro novelas, van 16 (dieciséis) ediciones en tres años y medio, lo que podría representar al menos unos 48.000 ejemplares vendidos. Pero la editora no quiere pagarme mis derechos de autor, que según varios amigos libreros (la editora JAMÁS ME INFORMA DE CUÁNTOS LIBROS VENDO) sumarían 150.000 euros estos últimos cuatro ejercicios. Desde abril de 2008, que es cuando recibí la última liquidación, correspondiente a todo 2007 (¡2.000 euros!), me costó dos meses entender el daño que desde hace cuatro años me está infligiendo la editorial, a base de preguntar y consultar a especialistas; antes, jamás se me habría ocurrido sospechar que trataba con una ladrona estafadora.
Por eso España no significa NADA literariamente en el mundo. Porque las editoras no permiten madurar las capacidades creadoras al no pagar a los escritores. Nadie podría dedicarse en exclusiva a la literatura, sin cobrar. Y lo más escamante es que el Ministerio de Industria y Comercio lo sabe. Todo el mundo sabe que las editoras estafan. Lo saben los periodistas. Lo saben los medios de información. Toda España sabe que no nos paga a los escritores. Pero nadie tiene la gallardía de hablar de ello, para que se solucione el problema y España pueda seguir pesando narrativamente en el mundo. Si un escritor reclama lo que se ha ganado, sencillamente, puede ocurrirle, como a mí, que lo amenacen de muerte tres veces. Y por el camino que van…

viernes, 20 de enero de 2012

EL SUEÑO DE PAPÁ

Si uno jugó de niño entre albañiles, hay olores y sabores que no se olvidan.
Ahora, todo es tan sofisticado, que sospecho que algún día pasaré por una obra donde los albañiles usen guantes esterilizados vestidos con traje y corbata.
Pero donde mi padre ejercía de maestro albañil, vestían de harapos por mandato inapelable de las parientas y se elaboraba la mezcla en el suelo de un modo que me fascinaba. Lo hacían peones descoyuntados por el esfuerzo, pero eran amables con la mosca cojonera del preguntón e impertinente hijo del maestro. Amontonaban áridos y echaban encima un saco de cemento y un poco de cal apagada, y luego, con una especie de rastrillo, formaban un pozo en el centro del montón donde echaban agua y batían hasta conseguir la mezcla con la textura que mi padre y la ocasión exigían.
Antes, apagaban la cal, amontonada también en el suelo, rociándole agua. La ebullición consiguiente la aprovechaban con fines varios. Entre otros, asar batatas envueltas en papel de orillo; las batatas más deliciosas que he saboreado jamás.
¿Quién podría asar batatas en un camión hormigonera contratado mediante llamada a un móvil o por Internet? Como no llevara la hormigonera un microondas adosado…
Al niño de seis o siete años que yo era, le entusiasmaba aquel espectáculo. Al hervir, la cal olía de un modo penetrante que parecía capaz de purificar el mundo y la argamasa olía a edificio por estrenar. Virgen.
Yo soñaba con el día que aquellos pilares desnudos y los cimeros de rasillas se convirtieran en un edificio majestuoso, pero mi padre soñaba con que yo alcanzara el estatus de la persona más elegante con quien trataba. El perito aparejador.
Todos sus consejos que recuerdo, antes de comenzar a degenerarme hasta el punto de pretender ser escritor, iban encaminados a que estudiara para perito aparejador. Era su sueño. El sueño lícito de la elevación del hijo a posiciones que uno no consiguió alcanzar.
Casi nunca los hijos satisfacen los designios de los padres. Curiosamente, a mí me quedó un rincón en el subconsciente lleno de cal viva (así se titula mi primera novela), argamasa y batatas asadas. Me fascinan las obras. Me hipnotizan. Creo que esos agujeros para mirones que abren en las vallas los idearon para mí, porque no conozco a nadie que pase más tiempo absorto en una construcción.
Ahora, hay una en Madrid que son cuatro. Las torres inmensas e indescifrables que levantan en la antigua Ciudad Deportiva del Real Madrid. Hay pocos boquetes para mirones, como si quisieran guardar hasta el final un secreto que a partir de la décima planta es un secreto a voces. A ratos, me quedo mirando sus formas y me pregunto qué habría tenido que hacer yo de satisfacer el sueño de mi padre. Creo que ahora les llaman “arquitectos técnicos”, pero me gusta más el título que aprendí de niño, porque suena a orden y “cada oveja con su pareja” y, además, está en los clásicos. Si yo fuese perito aparejador, ¿tendría que encajar en papeles, con compás y tiralíneas, esas formas desconcertantes y complicadísimas? ¿Tendría que aparejar y poner orden y concierto en el sueño alucinado de alguien, para que los albañiles pudieran interpretarlo? Sudo a chorros sólo de pensarlo.
Pero es que me gustan tanto los olores de las obras.

lunes, 16 de enero de 2012

Historia de los celtas

Los celtas figuramos en la historia desde el año 2000 a.C. (fin de la Edad de Bronce) y alcanzamos el culmen de nuestra cultura en la Edad del Hierro.
En aquella época estabamos divididos en dos grupos, los primeros abarcaban Europa, desde el río Danubio, vivían de la agricultura y de la artesanía y eran el grupo más pacífico de los dos; el otro grupo, los celtas guerreros como los conocemos hoy, que venían de Los Balcanes y disponían de un buen ejército.
Eran estos celtas guerreros los que conocemos por haber saqueado Roma y Delfos, y por haber conquistado grandes partes de Europa.
Transmitimos nuestro idioma, costumbres y nuestra religión a los pueblos de la zona conquistada.
Nuestro territorio se extendía, en su época de mayor expansión, desde el bajo Danubio hasta las Islas Británicas, desde España hasta el mar del norte.
Los celtas guerreros eran conocidos por su caballerosidad, su orgullo en la lucha y su ánimo, pero también por su sentido por la música, la poesía y la filosofía.
Los celtas fuimos llamados Keltoi por los griegos, de los cuales y gracias a su tradición escrita, parten casi todas las historias referentes a nuestro pueblo.
Nuestra memoria, se remonta hasta tiempos muy antiguos, la tradición oral ha resistido el paso de los siglos, a pesar de que casi toda la cultura céltica fue extinguida por los romanos desde César y, más tarde, por los cristianos.
Los Celtas hemos captado siempre la fascinación de historiadores y arqueólogos, y sobre nosotros han corrido ríos de tinta.
Desarrollamos las denominadas culturas de Hallstatt y La Tène.
La primera se manifestó en el primer período de la Edad del Hierro.
Tomó el nombre de una localidad de la Alta Austria.
Se originó a partir de la Edad del Bronce, en donde el hierro sustituyo al otro material en la fabricación de elementos como espadas, puntas de lanzas, hachas, agujas, recipientes, cuchillos y puñales.
La Tène es la cultura celta de la segunda Edad del Hierro estructurada en tres o cuatro períodos.
Se desarrolló entre la Hallstatt y la conquista romana (450 a 50 a.C.).
Aquellos que compartimos esta civilización nos destacamos por la elaboración de elementos como grandes espadas, escudos alargados, grandes hebillas, fíbulas, construíamos nuestras fortificaciones en las cumbres y acuñamos nuestra propia moneda.
Una característica que facilitó nuestro dominio pero que, a la vez, permitió la continuidad de nuestra cultura, fue la ausencia de un verdadero estado celta a causa de la primacía de las estructuras tribales y familiares.
Esta división nos hacía militarmente débiles ante invasores bien organizados, como por ejemplo los romanos (a los que sin embargo les llevó años conquistarnos ), paradójicamente sucedía lo contrario con las costumbres y los valores, protegidos de influencias externas por los fuertes vínculos parentales, en donde el clan estaba por encima de toda organización estatal, y unificaba y cobijaba a sus miembros.

jueves, 12 de enero de 2012

Cátaros, el genocidio de la iglesia católica.

El paso del tiempo no hace más que aumentar la fascinación que ejercen los cátaros sobre nuestras mentes descreídas y escépticas. Hasta no hace mucho tiempo, y principalmente durante el siglo XIX, esa fascinación se basaba en el misterio que envolvía a un supuesto tesoro escondido cuyo valor se creía fabuloso, opulento, desmesurado, aunque había también quien le atribuía importancia meramente simbólica pero de una naturaleza tal, que haría no sólo tambalear los cimientos de la doctrina cristiana, sino que anularía de raíz sus fundamentos dogmáticos. Creencia esta última basada en peripecias reales sumamente desconcertantes y rodeadas de sombras muy espesas, nunca despejadas por quienes debieran hacerlo en defensa de sus intereses pastorales. Tal es el caso del estrafalario cura Berenguer Saunière, quien habría encontrado importantes documentos cátaros durante unas obras en su pequeña parroquia de Rennes-le-Château, ocultos en un pilar del altar mayor, con los que se afirma que pudo extorsionar a la Iglesia romana durante el resto de su vida. Hasta el día del hallazgo Saunière era un presbítero tan pobre, que se veía obligado a pescar y cazar por los alrededores de su pueblo para poder comer modestamente. De que había extraños manuscritos en ese pilar no cabe ninguna duda, porque todavía en 1958 sobrevivían dos de los albañiles que fueron testigos del descubrimiento. Según los hechos objetivos, es incuestionable que, a continuación de tales obras, Berenguer Saunière amasó una fortuna impresionante, cuyo origen se ignora y nadie ha conseguido explicarlo de manera satisfactoria; fortuna que le permitió convertir su parroquia en uno de los más risibles monumentos al mal gusto de cuantos abundan por el mundo. Consagrada la iglesia a María Magdalena, su pila bautismal se sostiene sobre una monstruosa figura de Satanás y en el sardinel de la entrada hizo tallar Saunière la leyenda “Terribilis est locus iste” (Este lugar es terrible). Cualquier autoridad religiosa que sea preguntada por la fortuna, los dispendios para organizar fiestas cortesanas supuestamente “culturales”, las grotescas locuras decorativas y, sobre todo, el desconcertante consentimiento eclesiástico y la tolerancia jerárquica ante las extravagancias de este sacerdote decimonónico, escurrirá el bulto de un modo vergonzante. En la actualidad, y cuanto más riguroso va siendo el trabajo de los historiadores que investigan el fenómeno cátaro, nuestra fascinación por los llamados “hombres buenos” ha ido derivando del brillo de un oro improbable hacia el fulgor de conductas muy difíciles de comprender, que sin dejar de conmover los sentimientos e inclinarnos casi al llanto, nos causan más perplejidad que admiración.Sencillos, ascéticos y pobres de solemnidad, concitaron lealtades tan inquebrantables que, contempladas a la distancia de ocho siglos, resultan conmovedoras cuando uno supera el pasmo y la incredulidad. Los cátaros y quienes les amaban de manera heroica resistieron cien años frente a los poderes más despiadados y avasalladores de su época. No eran muchos, vivían con austeridad espartana, no amontonaban riquezas ni disponían de ejército, pero convulsionaron de tal modo el mundo de los siglos XII y XIII, que se alzaron contra ellos todas las tempestades y demonios del miedo y el terror. Los persiguieron, vituperaron, quemaron y masacraron, e inventaron las perversiones más inconcebibles para justificar la seña con que los persiguieron. Para ellos se abrió la caja de Pandora que representó la crudelísima frase “matadlos a todos, que Dios reconocerá a los suyos”. En su contra, alcanzó la canonización Domingo de Guzmán con su Orden de Predicadores (dominicos). Contra ellos se celebraron concilios y se organizó la única cruzada que tuvo a Europa por escenario, y para exterminarlos inventó la Iglesia romana la Inquisición.
¿En qué consistía la fuerza verdadera de los cátaros?
¿Por qué les amaron tanto sus amigos?
¿Por qué inspiraban tanto pánico a sus enemigos?

viernes, 6 de enero de 2012

Notas de prensa sobre mi novela “LA DESBANDÁ”

LA VANGUARDIA, 28 de noviembre de 2005

Y MÁLAGA DESCENDIÓ AL AVERNO


A través de la mirada inocente de un niño se nos revela la pobreza y la violencia que se cernió sobre la ciudad andaluza en la década de 1930.

Caminos abarrotados de padres que llevan a sus hijos más pequeños cogidos de la mano, o en brazos si están enfermos; de niños que lloran de dolor y hambre; de hombres y mujeres con semblante triste, sucio y derrotado con escasas pertenencias; de ancianos y ancianas de mirada cansada y pisar tambaleante... Es el dramático colofón a tres años de locura. Es el exilio republicano de 1939.

Y, sin embargo, este éxodo masivo había comenzado tiempo atrás con el humillante y mortal trasiego humano que habían padecido miles de malagueños al abandonar su ciudad en febrero de 1937, justo ante el avance y ataque de las tropas nacionales. Humillante, porque incluso sin alimentos para los niños más pequeños, hubieron de recorrer por la carretera costera los cerca de 200 km que les separaba de Almería, su objetivo y salvación. Mortal, porque durante el trayecto fueron bombardeados sin descanso por la Luftwaffe alemana, apoyada por la marina italiana. Un capítulo de la encarnizada guerra civil española poco conocido y que el escritor Luis Melero (Málaga, 1942) ha novelado en La desbandá.

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EL CORREO ESPAÑOL, 2 de julio de 2005

EL MALAGUEÑO LUIS MELERO RETRATA EN 'LA DESBANDÁ' EL AMBIENTE PREVIO A LA GUERRA CIVIL


«He escrito la novela tomando como base uno de los sucesos más espantosos de la guerra civil de 1936», declaró ayer Luis Melero al presentar su libro La desbandá (Rocaeditorial).

El escritor malagueño acudió al Museo San Telmo a presentar su nuevo trabajo y luego visitó los stands de la Feria del Libro y el Disco de Donostia, que están instalados en la Plaza de Gipuzkoa.

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EL PAÍS, 27 de abril de 2005

El libro es una reflexión intensa sobre el fatídico bombardeo alemán, una tragedia silenciada en 1937 y que los periódicos de la época no reflejaron. Melero afirma que comenzó a descubrir la verdad de los hechos a partir de una búsqueda que realizó en la hemeroteca del periódico The New York Times, donde se quedó asombrado ante un artículo con una explicación que sus familiares y vecinos rehuían contar. Melero revisita los años treinta y engancha al lector a través del protagonista, Mani, un niño de 11 años curioso y arriesgado. Mani respira todo el ambiente prebélico de una ciudad, Málaga, en la que la violencia se mezcla con la política a diario, y en la que se suceden los asesinatos. Mani lucha por sobrevivir y salir adelante en el ambiente hostil de su barrio humilde

jueves, 5 de enero de 2012

RAÚL SÉNDER (Entrevista que realicé para una gran revista)



Actor con carrera de arte dramático “serio” en la faltriquera, ha interpretado los clásicos junto con profesionales de la talla de Manuel Dicenta, José María Rodero o Miguel Narros. Pero su inmensa fama se la debe al humor. Un humor muy “trabajado” que, sin embargo, emerge de sus labios como un torrente de originalidad espontánea. Gracia natural siempre, pero sustentada en una impecable responsabilidad de actor. Desde 1974 hasta hoy, treinta y dos años de carcajadas lo contemplan… y lo que te rondaré morena.

¿Se es humorista por elección?
En mi caso, no. Yo aprendí a decir el verso clásico tan solemnemente como una oración.

¿En serio?
Más que un notario con dolor de barriga. Desde mis primeros pasos en los escenarios, me tenía por un actor de carácter.

¿No nació humorista?
Hasta 1974, yo creía que no.

¿Uno no se da cuenta de ese don?
Notaba que tenía la capacidad de divertir a la gente con la que salía de aperitivos, pero hasta 1974 no me planteé que fuera mi camino en la escena.

¿Mejor caer en gracia que ser gracioso?
Hay cada pelmazo por ahí, riéndose de sus imaginarias gracias… supuestas e invisibles para todos menos para él.

A usted se le nota de lejos que es gracioso por naturaleza.
Los promotores teatrales me convencieron de que lo era.

A pesar de que su nombre suena formalito y literario.
En los setenta, a la gente le costaba recordarlo. Me llamaban “el de la plancha”.

Aquel número desternillante, un monólogo memorable, fue comentado incluso al otro lado del “charco”.
Durante años, el personaje con la tabla de planchar era mucho más conocido que el intérprete.

¿Existe algún vídeo?
¡Hablamos del tiempo de los Picapiedra! Por desgracia, sólo conservo un pequeño fragmento de televisión.

Pena. Sería una mina de oro en los quioscos.
Con que fuera de plata…

En Málaga lo adoran.
¡Digo! En Semana Santa, hasta me bailan algún trono, un privilegio que comparto con Antonio Banderas, y para de contar.

Y en Málaga se formó…
Y tanto. Soy aragonés, pero llegué a Málaga en pañales.

¿Y no se le pegó el acento?
Según me pilla, hablo castellano o malagueño… por ejemplo, si me pisan un callo.

Su vocación fue muy temprana.
Inauguré el teatro ARA, imagina. Al lado de La Malagueta.

Donde compartió escenario con Fiorella Faltoyano, María Barranco o el mismo Antonio Banderas; y tantos otros…
Sí. Aquello fue un vivero memorable.

Como en muchos otros, en el Teatro Español la armó.
Don Mendo fue un pelotazo, que luego he tenido que repetir muchas veces, obligado por las peticiones del público, hasta llegar a sentir que el éxito agota.

¿Se puede morir de éxito?
Más que morir, a algunos los vuelve tontos de capirote.

Pero su éxito sobrevive a las modas.
No sé. A mí el público sigue respondiéndome, aunque empiezo a estar para contar batallitas.

No ha parado de llenar teatros.
A veces, con “La venganza de don Mendo”, el movimiento de masas y los llenos eran como con el circo.

¿No siente “mono” de los aplausos?
Quien diga que no, miente. En estos momentos, solamente estoy dándome un respiro para coger carrerilla.

O sea, que pronto lo veremos con un nuevo estreno.
Trabajo muchas horas en ello.

¿Quiere hablar de lo que prepara?
Pretendo que sea una sorpresa.

¿Y cuándo nos dejará con la boca abierta?
Creo que para febrero.